martes, 12 de noviembre de 2013

Menopausia en una Mujer Down

La salud en el envejecimiento y el final de la vida de los
adultos con síndrome de down
Anna J. Esbensen
Anna J. Esbensen trabaja en el Cincinnati Children's Hospital Medical Center, USA.

En las dos últimas generaciones ha habido un cambio altamente significativo en la supervivencia
de las personas con síndrome de Down. En la década de los cuarenta del pasado siglo, la
esperanza media de vida era de 12 años (Penrose, 1949). Gracias a los avances médicos y a la
mejora en los servicios, disfrutan ahora de esperanzas de vida que están alrededor de los 60 años
(Bittles y Glasson, 2004). En consecuencia, ahora somos testigos de la primera generación de
personas con síndrome de Down que se ha beneficiado de una revolución en su vida que supone
mayor capacidad de conocimiento, atención a su salud, apoyos y servicios (Yang et al., 2002). Al
tiempo que su esperanza de vida es más larga, llega una población mayor de individuos de adultos
que muestran cambios prematuros en su salud relacionados con la edad. Surge así la necesidad
de proporcionar atención sanitaria especializada para esta población de más edad que muestra un
mayor riesgo para ciertos problemas y menor para otros. Es mayor su riesgo para que aparezca
demencia, cambios en la piel y el cabello, una menopausia de aparición más precoz, trastornos de
la visión y audición, crisis epilépticas de aparición en el adulto, disfunción tiroidea, diabetes,
obesidad, apnea del sueño y problemas osteomusculares. Junto al aumento de riesgo para ciertos
problemas, aparece un patrón diferente en otros que van asociados con la mortalidad del adulto
con síndrome de Down. Esta revisión se centra en las tasas o frecuencias de aparición de los
trastornos médicos más frecuentes en los adultos, y en los factores que contribuyen a que
aparezcan o a que muestren cambios relacionados con la edad.

MENOPAUSIA
Se aprecia que en las mujeres con síndrome de Down notan el un comienzo de la menopausia a
una edad más temprana que otras mujeres con discapacidad intelectual y las mujeres de la
población general (Carr y Hollins, 1995; Cosgrave et al., 1999; Schupf et al., 1997). En un estudio
antiguo se vio que el 89% de las mujeres con síndrome de Down y el 69% de las mujeres con
discapacidad intelectual habían dejado de menstruar para la edad de 46 años. Todas las mujeres
con síndrome de Down habían terminado su menstruación para la edad de 51 años y todas las que
tenían otras formas de discapacidad lo habían hecho para los 54 años. Se estima que la media de
edad de aparición de menopausia en las mujeres con síndrome de Down es de 47,1 años, es decir
dos años antes que la media de edad estimada para mujeres con discapacidad intelectual que es
de 49,3 (Schupf et al., 1997). Estas estimaciones quizá lo hagan por lo bajo ya que no se conoció
en este estudio la proporción de mujeres en esa muestra que nunca habían tenido menstruación.
En un estudio prospectivo reciente que utilizó múltiples métodos de análisis sobre la edad de la
menopausia en mujeres con síndrome de Down, todas ellas con historia previa de menstruación, la
media estuvo entre 45,8 y 47,1 (Seltzer et al., 2001). Ninguna mujer con síndrome de Down mayor
de 52 años tenía menstruación. En comparación, la edad de la menopausia en la población
general es de 51,3 años, con la perimenopausia iniciándose a los 47,5 (McKinlay et al., 1992), lo
que indica que las mujeres con síndrome de Down tienen una media de edad de la menopausia
que es unos 4 a 6 años antes que en las mujeres de la población general.
El comienzo más temprano de la menopausia tiene implicaciones para su salud ya que la
menopausia es un factor de riesgo para problemas cardíacos, depresión, osteoporosis, cáncer de
mama y demencia en la población general (Harlow y Ephross, 1995), y va asociada al declive
cognitivo y la demencia en las mujeres con síndrome de Down (Patel et al., 2001; Schupf et al.,
2003). Algunos estudios han sugerido la deficiencia tiroidea como factor que puede contribuir al
comienzo de la menopausia (Carr y Hollins, 1995), si bien otros no han replicado estos hallazgos,
debido en parte a que las mujeres de la muestra recibieron adecuado tratamiento tiroideo (Schupf
et al., 1997; Seltzer et al., 2001). No queda clara, pues, la contribución de las alteraciones del
tiroides en la prematuridad de la menopausia.

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